Los comentaristas que dicen que la violencia política no tiene cabida en Estados Unidos deberían hablar con personas como el representante Jamie Raskin, que investigó los intentos de Donald Trump de anular las elecciones presidenciales de 2020 y que ha sufrido constantes amenazas de muerte. También deberían hablar con los fiscales, jueces y personal de los juicios penales de Trump por interferencia electoral.
Hablen con la policía que defendió el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de los partidarios de Trump que portaban banderas y gritaban consignas como “cuelguen a Mike Pence” y “detengan el robo”, una mentira promovida por Trump de que las elecciones de 2020 fueron fraudulentas. Si esto no es violencia política, no sé qué es.
Si bien se puede simpatizar con Donald Trump por sufrir un solo acto de violencia, hay que preguntarse de dónde proviene esta atmósfera de amenazas y violencia que se mantiene desde hace tiempo. Cualquiera que lea los periódicos puede fácilmente ver esto como una reacción de Trump.
Thomas A. Wills
Marinero
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